viernes, 20 de noviembre de 2009

El puente de Batman

Buenos Aires
Esta mañana, mientras esperaba junto a una amable empleada del banco que se resolviera un misterioso problema de sistema (el sistema, como ultimamente mi tía Julia, se cae) miré como Batman combatía el aburrimiento (propio de un superhéroe sin villanos a la vista) armando un puente.

Me explicó con precisión de neurocirujano que pese a su tamaño aparentemente diminuto el puente permitía sortear el peligro del terrible acantilado que caía en picada hacia un mar de lava muy caliente, con monstruos como triceratops y unos malos que tenían unos sables laser dobles como los de Darth Maul que saltaban y mataban y le habían cortado el brazo al oso.

Sin entender muy bien que oso había quedado manco, agradecí la oportuna vuelta del sistema (el sistema, como Nicola di Bari, siempre vuelve) que me permitió dejar atrás el mar de lava, los triceratops, los sables laser y todas las calamidades de las que me salvo cada día gracias a mi distracción y a la acción incansable de Batman.

2 comentarios:

Rfa. dijo...

Ay, qué recuerdos. Yo también descubrí lo que era el vértigo y el miedo a despeñarse gracias a Batman. Pero no ocurrió en un banco, sino en un AMSTRAD CPC 6128 que hizo de mi infancia un territorio de emociones y amigos interesados. El juego que más disfruté consistía en ponerse el antifaz y revivir el Batman de Tim Burton. Ahora, una eternidad después, todavía considero que aquel desafío constante a la gravedad tuvo una enorme influencia en la persona que soy.
¡Saludos a las nuevas generaciones de Batman!

rinconete dijo...

Amigo Rfa.
Me acabo de enterar de la existencia del AMSTRAD CPC 6128.

Yo pasé sin escalas del jueguito ese en el que uno iba desmontando una pared de ladrillos con una pelota y una especie de guión que oficiaba más o menos de paleta, a los jueguitos que juega Batman en mi iphone y de los que no entiendo nada, pero nada de nada.