domingo, 5 de octubre de 2008

Batman y el café

Buenos Aires

Los domingos a la mañana desayuno con Batman.

Por simple rutina o tal vez por estar estratégicamente ubicado frente al kiosco de diarios, elegimos el café El Libertador a unas cuadras de casa. El mozo y varios parroquianos que ya nos conocen nos saludan efusivamente apenas entramos.

Disfruto de esa demostración de cariño recurrente, aunque prefiero no engañarme. Se que no soy el principal destinatario. Lo compruebo cada vez que vuelvo solo. Las sonrisas son corteses, pero la intensidad ya no es la misma. El poco interés que logro despertar está relacionado con Batman, cuya ausencia permite que mi presencia no pase completamente desapercibida.

Como su máscara no fue pensada para comer medialunas, Batman ya casi no la usa en el café. Al principio me sorprendió esa falla grave en el protocolo de seguridad pero después comprendí que nadie en ese lugar lo traicionaría. Y eso es algo que un superhéroe intuye.

Cuando hace frío, Batman tiene que ir con su abrigo. Es un momento difícil ya que en general no quiere ponérselo, argumentando con razón que la gente no lo reconocería. A veces logro convencerlo explicándole que con el abrigo él es Bruno Díaz, al menos hasta la entrada del café. Eso le permite quitárselo de un golpe al entrar, sin duda su momento cumbre.

Antes de ir al café pasamos a comprar el diario. Batman suele entretenerse unos minutos mirando sus propias revistas o las de algunos viejos colegas de la Liga de la Justicia, como Superman o Linterna Verde. Pese a mis repetidos ofrecimientos, evita comprarlas.

Prefiero no insistir, vaya uno a saber que pactos secretos existen entre superhéroes.

4 comentarios:

Rfa. dijo...

Yo me dejaría el seminario y abriría una cafetería sólo por el placer de servir cada mañana una media luna a Batman. No sabía que viviera en Buenos Aires; cuando yo visité la ciudad sólo pude ver a Supermán, un tío simpático que ya debe de haberse tomado, por lo menos, trescientos tazones de cereales.
Precisamente el sábado pasado estuve en una fiesta de disfraces donde sólo había dos reglas: venir vestido de super héroe y no usar super poderes para ligar con extraños. Los tiempos han debido de cambiar un montón desde que yo era mozo, porque contra todo pronóstico, no se presentó Spiderman ni el Capitán América, sólo Duffman y Vacaman. ¿Tanto hemos envejecido los que crecimos con el Hombre Araña?

rinconete dijo...

Bueno, las cosas evolucionan.

Así como el Superman que conociste en casa ha mutado en Batman (y desde hace una semana también en Spiderman, luego de pedirle prestado el traje a un amigo del jardin) los superheroes clásicos son reemplazados por otros más actuales. Es difícil seguir el ritmo.

Superman mantiene alguna vigencia, pero ya nadie recuerda a Aquaman o Birdman. Han ido a parar al arcón de los heroes anacrónicos, junto a Sandokán...

chicoutimi dijo...

Sabía que Batman era Superman! Mi intuición no falló. Yo iría a desayunar a ese bar sólo por conocerlo, y más en su nueva identidad (soy más de Batman que de ningún otro).
Me encanta que hayas elegido esa foto, esa etapa y esa estética, porque no me lo podría imaginar de otra manera.

rinconete dijo...

chicoutimi, el Batman levemente pasado en kilos de Adam West es sin duda el mejor. Sus ¨Pows!¨, ¨Bang!¨ y otros ¨Shtump!¨ que aparecían sobreimpresos en la pantalla eran fabulosos.

Si un día venís a Buenos Aires, te presentaré al joven superheroe.