Buenos Aires
De chico estaba convencido que detrás de los espejos había un mundo escondido. Los miraba lateralmente para sorprender a sus habitantes sin que me vieran. El fracaso repetido de mis experiencias me hacía sospechar que tal vez del otro lado alguien estuviera intentando lo mismo, con igual suerte. A veces giraba de golpe hacia el espejo para sorprender a alguno de sus habitantes, más distraído que los otros. Me interesaba también el espejo del baño de mi casa que tenía bisagras y al enfrentarse generaba una especie de infinito personal. Pero lo que realmente me fascinaba era el mundo escondido.
Con el tiempo me enseñaron que en realidad se trata de superficies reflectantes y que detrás de los espejos solo está la pared, aunque nunca terminé de creerlo del todo.
Junto a algunas puertas de los vagones del subterraneo, hay espejos. Como los vagones son chinos, no es mucha la ayuda que ofrecen los letreros y nadie sabe muy bien para que sirven. Son pequeños y están enfrentados, de cada lado del vagón. Con un poco de paciencia se puede incluso lograr aquel infinito personal del baño de mis padres.
Cada vez que viajo en subte los miro y pienso en el mundo escondido. Imagino los esfuerzos de algún chico, probablemente chino, tratando sin éxito de sorprendernos desde el otro lado.
jueves, 12 de marzo de 2009
El espejo chino
Publicado por
rinconete
a las 2:26
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4 comentarios:
Tu post, rinconete, ha hecho que me vengan varias cosas a la cabeza.
La primera es me encanta este homenaje (quizás involuntario, no sé) a "Alicia al otro lado del espejo", uno de mis libros favoritos.
La segunda es que es bastante cortazariano; yo no sé qué os dan en la leche de pequeños en Buenos Aires, que tenéis esa especie de magia a la hora de retratar las cosas más simples.
Y otra es que ahora me va a dar rollito cuando me monte en el metro y haya espejos en el vagón. La idea de que haya chinos mirando desde el otro lado me pone los pelos de punta, porque me hace pensar en las pelis de terror japonesas y esas apariciones de jóvenes palidérrimas con el pelo lacio y negrísimo y los ojos más negros aún. Y encima, en el metro. Ya no volverá a ser lo mismo.
A mí, Rinconete, tu post me ha recordado a este corto: dimensiones desconocidas a un click de fotocopiadora.
Totalmente de acuerdo con lo que dice chicoutimi de la leche con que desayunan los niños de BA.
Un espejo que solo devuelve lo que tiene enfrente tiene que tener truco. Lo has descrito muy bien. No cejes hasta encontrar los chinitos y darles un enorme susto.
Hay un cuento de Cortazar, sobre un terrible pullover azul, que logró atormentar mi infancia. Tal vez esa ea la lecha que mencionás, chicoutimi.
Muy bueno el corto, rfa. Lo mejor me pareció la reacción banal del heroe frente a lo maravilloso (lo primero que elige es robarse un chocolate). Tal vez esa haya sido también la primera reacción de Aladino frente a la lámpara pero los sucesivos traductores prefirieron mejorarla.
NáN, no voy a bajar los brazos hasta sorprenderlos. En algún momento se que lo voy a lograr.
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