viernes, 30 de noviembre de 2007

Gauchito Gil

Buenos Aires

Entre las varias virtudes que se le puede atribuir a la Virgen, hay al menos una que siempre me impresionó: su hábil manejo de la geopolítica. Así como no hay un día sin su santo, no hay una región sin su aparición milagrosa. Cada país más o menos católico tiene su Virgen asignada, lo que evita un sinnúmero de inconvenientes. Sería penoso que un fiel chileno tenga que rezarle a una Virgen argentina o que un católico calabrés tuviera que llevarle un cirio a Nuestra Señora de Czestochowa.

Nuestra aparición nacional es la Virgen de Luján. En Buenos Aires no hace falta ser místico para verla con cierta frecuencia. Hay altares en el subterráneo, en las estaciones de tren, en comisarias, en oficinas públicas e incluso en algunas plazas, como la de Los Andes, ubicada cerca de casa (a una cuadra del famoso Bar de la calle Rodney).

Hace un tiempo, cuando la municipalidad decidió refaccionar la plaza, los arquitectos dudaron en que hacer con el esperpéntico altar de ladrillo que un alma caritativa había erigido en su honor. Demolerlo estaba excluído, el Estado municipal será laico pero no iconoclasta. La solución finalmente adoptada está, creo, a la altura de la habilidad geopolítica que tanto me impresiona. El altar se refaccionó, pero se hizo lo mismo con los otros dos templetes de versiones místicas no oficiales: el de la Difunta Correa y el del Gauchito Gil (el de la foto, probablemente el mejor).

Si no se puede eliminar el mal, sin duda se lo puede diluir.

8 comentarios:

Walter Kung Fu dijo...

A mi me sorprendió cuando me enseñaron en una estrecha calle napolitana un santuario en honor a Maradona, con su velas, sus fotografías y un mechón de polo a modo de reliquia.

NáN dijo...

¡Y además tiene el milagro del gol que metió con la mano y convirtió a Argentina en Campeona del mundo!

Ese pibe lo vale.

Rinconete, jo qué listos tus geopolíticos. Aunque eso ya lo hicieron los romanos y les fue estupendamente hasta que se enfrentaron a una de las tres religiones abrahámicas: nada sensato prevalece contra ellas. Aun así, consiguieron extender el arco de medio punto por todo el mundo conocido entonces e hicieron los mejores puentes del mundo.

¡Viva la leche de loba! (y los rolingas)

Rfa. dijo...

Mi aparición favorita es la de la Virgen del Pilar, patrona de España. Más que un milagro parece un caso de teletransporte: se apareció al apóstol Santiago cuando todavía vivía en Palestina. O lo que es lo mismo: "hago chás y aparezco en la otra orilla del Mediterráneo". La Iglesia sólo ha sacado partido a la versión española de la historia, es decir, a la anécdota del bueno de Santiago que va caminando y de repente dice "anda, María, qué sorpresa". Pero... ¿qué pasa con la otra parte de la historia, la parte palestina? Digo yo que María se teletransportó desde algún sitio, ¿no? ¿Os lo imagináis? Estás hablando con ella y de repente... ¡zás! Se ha pirado a España. Hay tantas historias por aclarar...

rinconete dijo...

nán, estoy de acuerdo, viva la leche de loba. Perdimos el arco de medio punto y ganamos el Tribunal de la Santa Inquisición. No creo que el resultado de ganancia.

rfa. nunca me había puesto a pensar en ¨el otro lado¨. Es una buena idea para un cuento: nunca se le da importancia a la desaparición de la virgen (o de cualquier otro teletransportado místico) pero la verdad es que de algún lado debe desaparecer.

Habría que conversarlo con el responsable de la Oficina de Milagros del Vaticano. Tal vez existan testimonios documentados pero que no han sido publicitados ya que una desaparición carece del real encanto de una aparición...

NáN dijo...

Aquí creo que os puedo ayudar: el patrón de España (bueno eso de España ha sido siempre un tanto conflictivo, de lo que fuera que fuese en ese momento) era San Millán (para los laicos, Emiliano de Bergeggio), hombre culto y pío además de pe-Santo.

Por eso en los primeros cuadro de la Reconquista, quien aparecía en un caballo guiando místicamente a las tropas era Emiliano (bueno, ya San Millán).

Vale, pasa el tiempo, la Reconquista pasa a ser ya un asunto histórico, en lugar de trifulcas fronterizas entre valles, y hay que pedir ayuda a los franceses. Pero estos, a los que que los españoles les habían zurrado un poco con el pendón de San Millán, dices que ni de coña se ponen tras esa bandera.

Hacía falta una figura de compromiso.

En ese momento (bueno, una cincuentena de años) se produce la "teletransportación". Entretanto, hay algunos cuadros de transición en los que se ve a San Millán acompañado de Santiago Matamoros.

Una buena infraestructura económica de la que saldrían muchos réditos, el patronazgo no es cosa de risa, hacen desaparecer de los cuadros a San Millán para que todos los óbolos fueran hacia Galicia.

Que Santiago no hubiera tenido oportunidad de estar en España no les iba a fastidiar el negocio. Aprovechando que un obispo un poco hereje y bastante querido se decía que estaba enterrado allí, dieron el cambiazo de nombres.

Así que la Pilarica, si es que apareció en forma humana, recibió un plantón de aquí te espero.

Y es que, por muy leído y escribido que fuera el otro, ¿cómo se iba a comparar a un riojano, de antes del cultivo sabio del vino, con el propio Santiago?

¿De verdad crees, Rfa., que cuando la Virgen aparece en un lugar (siempre reodeada de pastorcitos) desaparece de otro?

Yo creo que no, que está en todas partes. Como Zaplana.

rinconete dijo...

Zaplana será entonces como nuestra Virgen de Luján con quien uno se topa en cada esquina? O tal vez sea la propia Virgen que le haya transmitido un poco del don de ubicuidad que heredó del padre celestial.

Anónimo dijo...

Al menos, cuando encendemos la tele para ver cinco minutos de noticias y sale su cara (siempre sale), en casa siempre hay alguien que dice: "¡La Virgen, ya está otra vez ese tío!"

rinconete dijo...

Lo que prueba que nán tenía razón!