lunes, 24 de noviembre de 2008

El progreso y mi tía Margarita

Buenos Aires
Debo a mi tía Margarita mi primer choc tecnológico. Hace muchos, muchísimos años, ella me mostró, de lejos para evitar que mis dedos la rozaran, una calculadora. Era similar a cualquier calculadora que uno compra hoy por monedas y pierde casi inmediatamente en algún cajón, aunque el diseño era algo más sofisticado.

Mi tía Margarita, la componente obsesiva de la familia, la había pedido prestada al verdulero para hacer una serie de cuentas relacionadas a la administración del edificio o algo parecido. Como la joya tecnológica tenía fecha de caducidad decidimos con mis primas robarla por un rato y hacer la mayor cantidad de cuentas posibles, convencidos de que en algún momento la máquina se equivocaría.

El fracaso de nuestra empresa generó en mí un respeto desproporcionado hacia la tecnología en general y hacia los pequeños aparatos en particular.

Esta mañana fui con mi mujer a cambiar mi celular por un I-Phone. Por supuesto no lo logré por vaya uno a saber que impedimentos administrativos que olvidé antes de ser enunciados. Pero mientras mi mujer y el joven empleado conversaban en arameo sobre gigas, GPS, megapíxeles, adaptadores de corriente USB, extraños AIFF y ventajosos WAV, volví a sentir una fascinación parecida a la de aquella vez.

Salí del local tratando de imaginar que objeto ocupará en la imaginación de mi hijo de 3 años el lugar privilegiado que en la mía ocupa la calculadora de mi tía Margarita.

12 comentarios:

Rfa. dijo...

Ja, ja, ja. Yo pertenezco a la generación que sólo se hacía definitivamente mayor cuando necesitaba una "calculadora científica" para clase. Un año estabas comprando rotuladores, y al año siguiente estabas comprándote aquel aparatejo lleno de teclas. Menudo nombre: "calculadora científica". "El doble de lista que las calculadoras normales", parecía sugerir, ¿verdad? ¡Y con el triple de botones! En aquella época, el número de teclas todavía era directamente proporcional a la calidad y a la sofisticación de un gadget, no como ahora.
Yo, como soy de letras, sólo le di uso un año a mi "calculadora científica". Pero me pasa como a ti, Rinconete: no he vuelto a enfrentarme a un dispositivo tan tecnológicamente intimidatorio desde entonces. De hecho, por muchos móviles y ordenadores que haya podido manejar, estoy seguro de que necesitaría un manual de instrucciones para volver a enfrentarme a ella.

chicoutimi dijo...

La calculadora científica era un tótem estudiantil, sí. Pero en mi primer año en el instituto me dieron en Matemáticas un curso de calculadora, y dejó de tener misterios (sí, con examen y todo; nunca fue tan fácil aprobar Matemáticas).
Por otro lado, Rinconete, sé que los que gustáis de Apple sois casi religiosos, pero yo no correría mucho para hacerme con un iPhone, hay teléfonos táctiles mejores!

rinconete dijo...

En su época de estudiante de ingeniería, mi hermano se paseaba con una inextricable calculadora científica Texas Instruments llena de botones (¨con el triple de botones¨ como señala Rfa.). Eso generaba un inmediato respeto, más allá de que solo la usara para multiplicar o dividir.

Chicoutimi, el casamiento con PC es por conveniencia mientras que uno elige a Apple por amor. Mientras que las PC suman consumidores las mac generan adictos...

chicoutimi dijo...

Hm, sí, pero el amor a veces impide ver algunos defectos...

rinconete dijo...

Todos. Impide verlos todos, hasta que se termina el amor y ahi nos damos cuenta de la lista interminable de defectos (ese lunar que nos parecía tan atractivo, los chistes que nos hacían reir y hoy solo nos fastidian o los ronquidos que antes sonaban tan tiernos...)

Ya te contaré cuando logre finalmente obtener mi aparatito si sigo enamorado...

mikto kuai dijo...

Qué recuerdos aquellos de clase de matemáticas, aunque yo creo que nunca tuve una calculadora científica, era algo así como semi-científica, porque las de pantallones que te hacían curvas y te resolvían los problemas de los exámenes no estaban permitidas obviamente... la verdad es que recuerdo todo esto con nubarrones, y ya no sé si es ensoñación... ejem, pasan los años.

Mi móvil es un poco prehistórico la verdad, es un aparato que sólo lo quiero para llamar y ser llamado, ni internet, ni fotos, ni predicción del tiempo, ni leches... de hecho últimamente uso casi más el fijo (economía de guerra en plena crisis).

Y estoy muy enfadado con la última actualización de macbooks, el tito Jobs ya no nos quiere, a todos esos que hemos confiado tantos años en él, ahora parece que se dedica a recabar switchers a cascoporro... Apple ya no es lo que era, eso sí, yo no vuelvo a windows ni harto vino (el otro día casi exploto al intentar utilizar ese sistema operativo).

NáN dijo...

Amar, decía el griego, es dar lo que no eres a quien no es.

(meses después ya nos hemos pillado el tranquillo el uno al otro).

El colmo de la tecnología fue cuando, estando las guitarras eléctricas muy lejos de mi alcance, me enteré de que por 125 pesetas vendían una "pastilla" que se metía en la boca de la guitarra y sonaba amplificada por la radio. El día que un concierto coincidió con un partido del Real Madrid que daban por la radio y mis hermanos querían oír, no me atrevía ni a volver a casa a cenar. Me quedé un buen rato sentado en la escalera con mi guitarra española y la radio sobre las rodillas.

Tecnología punta.

chicoutimi dijo...

Joer, Nán, una vez más, me encantan tus historias! Casi te imagino (y es un gran ejercicio de imaginación, eh?) tirado en las escaleras con tu guitarrica y tu invento amplificador. La caña.

rinconete dijo...

Nán, muy buena historia! Tu guitarra amplificada de última generación me hizo recordar un invento anterior a la televisión a color (si, por increíble que parezca hubo una época en que la tele era blanco y negro...).

Por poca plata se podía comprar una lámina de celuloide coloreado que se colocaba sobre la pantalla. Recuerdo que era azul y verde. Azul arriba, en correspondencia con el supuesto cielo y verde abajo, supongo que para el césped.

Es decir que el truco solo funcionaba cuando, una vez de cada cien, salía en televisión algún paisaje. El resto del tiempo veíamos a los presentadores del telediario, al Dr Spock o a los hermanos endogámicos de Bonanza con las caras azules y los cuerpos verdes.

La tecnología siempre fue un gran estímulo en mi vida.

NáN dijo...

Jó, Rinconete. También estaba la versión azul (para el cielo), verde (para el bosque) y marrón (para la tierra).

El encaje debía ser ya de una vez por mil.

Claro que peor era ver los partidos de fútbol y las películas eróticas de Canal Plus sin descodificar. Tenías que entornar mucho los ojos para entrever algo entre las rayas. ¡Ahí sí que funcionaba lo que decían los curas de que la masturbación te deja ciego!

rinconete dijo...

Recuerdo que un amigo francés sostenía que las películas eróticas codificadas de Canal + podían ser vistas si uno tomaba la precaución de mirar la televisión a través de un colador que había que agitar constantemente.

Nunca lo intenté ya que siempre he tomado en serio lo que los curas sostienen sobre la masturbación.

Es probablemente el único tema del que hablan con experiencia.

NáN dijo...

Por no hablar de los partidos de fútbol, que si no tenías puesta la radio nunca se sabía si había sido gol o no.

Pero lo que demuestran estas historias es que procuramos vivir en las mejores condiciones posibles y hacer todo bien; pero cuando recordamos la vida, lo que más gracia nos hace son las pifias que hicimos, las veces que hicimos el ridículo y unas condiciones de vida tan precarias que los muy jóvenes considerarían invivibles.