Buenos Aires
Asi como uno visita ciudades, las ciudades nos visitan. O más bien nos invaden, a través del cine, de la literatura o simplemente de los relatos siempre asombrosos de los viajes de nuestros amigos (y sus pesadillezcas series de fotos digitales).
Durante años imaginé Nueva York a través de cada serie televisiva, de cada relato o de cada película que la tuviera como telón de fondo. Kojak, Scorsese o Paul Auster iban desarrollando para mi una geografía tan imaginaria como real. Probablemente la emoción que sentí al cruzar por primera vez el puente de Brooklyn hacia Manhattan tenga más que ver con ese mapa soñado que con la realidad necesariamente limitada que me esperaba del otro lado.
Tal vez el único caso en el que la realidad precede al sueño sea la ciudad en la que nacimos (lo siento, al parecer es un tema recurrente). Esa ciudad está allí antes de estar en libro alguno. Sin duda al irnos durante un cierto tiempo esa realidad se hace más difusa y probablemente se mezcle con esos otros recuerdos, ajenos, importados de otros autores. Pero nuestro recuerdo será siempre el primero, anterior a todos los otros relatos e imágenes.
Pensaba en esto luego de conversar la otra noche con el amigo rfa. en un restaurante situado no muy lejos del Bar de la calle Rodney, en el barrio de la Chacarita. Pensaba en cual sería su Buenos Aires soñada y cuan fiel a ese mapa fue la realidad que le tocó en suerte.
miércoles, 26 de marzo de 2008
Ciudades imaginadas
Publicado por
rinconete
a las 14:46
Etiquetas: Buenos Aires
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7 comentarios:
Es curioso lo que cuentas de NYC. Gracias a todas esas imágenes que otros nos han proporcionado, Nueva York es un poco patrimonio de todos, no os parece? Cuando estuve allí, tanto a mi acompañante como a mí nos daba la sensación de conocerla, de hecho, de reconocerla, de haber estado ya allí. Resultaba una sensación muy agradable, la verdad.
Me pregunto ahora que nos invaden, como bien dices Rinconete, las ciudades a través de los medios, cómo sería en siglos pasados la percepción de esas ciudades imaginadas cuando todavía no existía tanta información al por mayor, visitar una de ellas (los que pudieran) en aquellos tiempos tenía que ser todo un acontecimiento.
Yo desembarqué en Buenos Aires con una novela de hermosos pistoleros urbanos en el bolsillo (Plata quemada, de Ricardo Pligia) y una película de poesía visual (El lado oscuro del corazón, de Eliseo Subiela) como principal referente. La novela iba en el bolsillo porque la empecé a leer en el avión, y la película iba en la memoria porque la ví hace mucho y me marcó hasta hoy.
Ahora que ya he regresado, puedo decir que, efectivamente, hay una cierta belleza salvaje en los adolescentes argentinos, como cuenta Ricardo Piglia. Obsesionado por captarlo todo con la cámara, me habría gustado traerme alguna foto de esos jóvenes arrebatados que ví en el metro, o de los colegiales que ví en la calle, porque son los mismos que salen en Plata quemada, pero sin pistolas.
De El lado oscuro del corazón sólo encontré una pequeña huella en los pasillos del metro porteño, donde Nacha Guevara cantaba como si fuese la muerte.
A mí Nueva York, en mi recientísima visita, también me generó una agradable sensación de reconocimiento. Sin embargo, tengo que decir que no estoy de acuerdo con eso de que de la ciudad propia tengamos una imagen primigenia, pura y sin interferencias. Todo lo que captamos lo hacemos influidos por todas aquellas opiniones, representaciones o ideas que en nuestra cultura se han ido generando.
Que a mí me gustase reconocer en NYC esas imágenes familiares, por ejemplo, no quiere decir que no me diera cuenta de que lo que reconocía no era la ciudad en sí, sino los estereotipos creados por los productos culturales made in USA.
los que derivan y los que tienen objetivos. Otra pareja de opuestos significativa. ¡Me gusta!
Chicoutimi, hay sin duda algo de patrimonio de la humanidad en aquellas ciudades que ¨nos visitan¨.
Mikto, tu comentario me hizo acordar de los primeros grabados conocidos de Buenos Aires, cuando aún no era más que un fuerte con construcciones de barro. Forman parte de las crónicas de un soldado alemán del adelantado Pedro de Mendoza, Ulrico Schmidt (http://www.bvp.org.py/biblio_htm/schmidl/schmidl33b.htm). Fueron publicadas en Europa y probablemente hayan formado parte del imaginario de varias generaciones de viajeros.
Rfa. tu comentario me dió ganas de leer Plata quemada (tampoco vi el film).
Alis, estoy de acuerdo en que no tenemos manera de escapar a las interferencias. Solo me refería a la relación más íntima que tenemos con un lugar que hemos ido conociendo ¨directamente¨ antes de
percibirlo a través de imágenes mediatizadas. Pero tal vez esa sea una idea algo ingenua.
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