Berlín.
Si hace unos meses descubrí el café de la esquina de al lado de casa, tan importante este como nos recordaba Rinconete en su post de El bar de la calle Rodney, hace unos días le tocó al casi igual de importante restaurante de la esquina de al lado de casa.
Tan necesarios ambos, el uno para degustar un buen café, el otro para disfrutar de una cena entre amigos mientras saboreas una buena cerveza de trigo o algún estupendo vino, con la tranquilidad de que no tendrás que invertir más allá de cinco minutos para volver a casa.
Es curioso, había pasado muchas veces por delante de él sin haberme percatado de que podría ser un lugar interesante, quizás la razón es que cuando lo bordeaba siempre iba con demasiada prisa al supermercado.
Pero el otro día acabé allí entre buena gente, cervezas, estupenda comida austriaca, velas rojas, madera, mármol y un enorme, oscuro e inquietante cuadro que presidía una de las paredes. En la obra varios tertulianos bebían histriónicamente, unos de pie y otros alrededor de una mesa, en la que yacía un cerdo muerto al que no prestaban atención... glups, sí, inquietante, pero debo confesar que esa sensación junto con la de bienestar que proporcionaba el sitio hacían de él un lugar todavía más atractivo.
sábado, 3 de noviembre de 2007
El restaurante de la esquina.
Publicado por
mikto kuai
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10 comentarios:
Es curioso. En Madrid, yo nunca he sido aficionado a los restaurantes que están cerca de casa. El único que frecuento es un bar donde sirven bocadillos con forma de aro y unas estupendas cervezas. En parte, sé que es porque tengo el prejuicio de que cualquier cena, para ser especial, tiene que ser en un lugar diferente al que ves todos los días. Y en parte, también, porque vivo en un barrio bastante aburrido. Me pregunto qué haría si tuviese un restaurante molón en la esquina, como te sucede a ti, Mikto.
En mi barrio no puedo salir a tomar algo en un lugar tranquilo, por eso creo que sería fan de un lugar donde sentarme a tomar un café o comer algo mientras leo un libro, simplemente por el gusto de ver a gente, de saludar al camarero y, a lavez, estar sola, de poder marcharme cuando quisiera.
¿Es ese sitio con sillones de cuero que hay enfrente de la parada de metro? Porque juraría que, cuando estuvimos allí penando nuestra resaca, confesaste que lo odiabas un poquito :)
Rfa., en Madrid me pasaba lo mismo que a ti, pero es que donde vivo ahora no sólo tengo uno, dos, tres,... hay un montón, y muy molones.
Magapola, tengo al lado de casa el lugar que describes, y para mi es una sensación nueva que estoy explotando el poder hacer lo que dices. Cuando me hagas una visita ya sé a que café llevarte :)
n., jejej, no es ese, la próxima vez que vengas estás invitado al restaurante del post :)
Entiendo lo que comenta rfa. sobre la necesaria lejanía de un restaurante, pero estoy de acuerdo en el placer que señala mikto kuai.
Un restaurante al lado de casa es casi una prolongación de nuestro living. Recuerdo haber ido con mi teléfono (el ¨fijo¨, no el celular) a tomar una cerveza al famoso bar de la calle Rodney y estar recibiendo llamadas como si nunca hubiera salido de mi casa.
Una agradable y extraña sensación.
Mikto, en que barrio está el restaurante?
Yo me quedo con las dos opciones, y la de El restaurente de al lado de tu casa viene bien tenerla a mano cuando no te apetece invertir mucho tiempo en volver a casa porque debes madrugar al día siguiente, o porque hace un frío muerte y destrucción (desde que tengo bici sólo piso el transporte público -no tengo coche- cuando recibo visitas de fuera o cuando no me queda otra, y en bici y con frío, uff, corta el viento...).
El restaurante está en el barrio de Kreuzberg.
A mi me encanta la idea de un restaurante, o tasca, cerca de casa, donde ir a tomar algo si en el último minuto te apetece, sin necesidad de planear ni reservar, y donde el camarero te saluda como si realmente te conociera -cuando lo único que conoce es tu cara y tu voz (y si dejas propina o no)-.
Eso lo tenía hace unos meses, y lo echo de menos. No sé si aquí lo encontraré, porque no hay muchos restaurantes cerca de casa, pero ya se verá.
Hace relativamente descubrí uno cerca de mi casa, el Mundi, donde ponen comida y guisos caseros. Lo cual se agradece cuando no te apetece comer de chino, ni pizza, ni cocinar, ni gastarte mucho dinero,... En cualquier caso, prefiero tener cerca de casa un bar que un restaurante.
Esta semana me llevó mi padre a cenar y de repente sentí una curiosidad tremenda por llevarle a uno de los restaurantes que tengo más cerquita. Llevo años ignorándolo pero resulta que no está nada mal. ¿Por qué a veces tenemos que buscar lejos lo que tenemos cerca?
El bar de la esquina es insustituible. En las dos versiones: el de los días y el de a partir de las 8 de la tarde.
Además, siempre se puede comer algo, si es preciso. O tomar un bloody-mary, que es una merienda-cena estupenda.
Yo a los restaurantes voy a hablar mientras muevo la comida con un tenedor. Quizá por eso, si me aficionara a un "restaurante de la esquina" sería porque estaría demasiado solo como para soportarlo.
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