domingo, 3 de mayo de 2009

Thoreau, la fiebre porcina y la tos ferina

Buenos Aires
En el ferry que va de Buenos Aires a Colonia, el viernes pasado una familia venía disfrazada de pandemia. El papá, la mamá y la empleada doméstica llevaban barbijo y unos guantes de latex, de esos que usan los cirujanos para operar o los almaceneros para cortar jamón. Sorprendentemente los hijos del matrimonio no estaban protegidos por las medidas profilácticas e iban por el mundo como cualquier hijo de vecino. De vez en cuando la madre luchaba con los guantes de látex, sacándoselos para buscar algo en la cartera y volviéndoselos a poner ante la mirada severa del jefe de familia. Cada tanto él se sacaba el barbijo para preguntarle algo a alguna de las azafatas. Frente a una enfermedad tan contagiosa como la fiebre porcina, ese hombre precavido no dudó en encerrar a su familia junto a 300 posibles infectados durante casi dos horas, con el único objetivo de disfrutar de un fin de semana largo.

Hace algunos años ibamos a morir víctimas de la fiebre aviar, más modestamente a escala local conocimos después el terrible antavirus y ultimamente también el dengue que según las noticias nos iba a diezmar justo antes que la fiebre porcina tomara la iniciativa y desplazara a las otras calamidades de la primera página de los diarios.

Hoy nos enteramos que tal vez esta última peste no sea tan calamitosa y que incluso, después de una semana de pandemia anunciada, ya estaría menguando. La prueba la vemos en los medios en donde pese a la voluntad de nuestra ministra de salud, que no deja pasar la oportunidad de fotografiarse con barbijo, los diarios hablan más de las próximas elecciones que de fiebre porcina. El diario español El País dedica más espacio al histórico 6-2 del Barça sobre el Real Madrid (resultado que según mi mujer, debería haber sido aún más contundente)que a la pandemia inminente.

Más que de gripes y fiebres, somos los eternos convalecientes de la enfermedad de las noticias del día.

Hace 150 años, Henry David Thoreau escribió en Walden:... tenemos mucha prisa por construir un telégrafo desde Maine a Texas; pero puede que dichas ciudades no tuvieran nada importante que comunicar... Estamos ansiosos por excavar un túnel a través del Atlántico y acercar el viejo mundo al nuevo en pocas semanas; pero luego, la primera noticia que oirá la gran oreja estadounidense será que la princesa Adelaida tiene tos ferina.

Hoy el viejo y el nuevo mundo se comunica de manera inmediata, sin tener que esperar las engorrosas semanas de la época de Thoreau. Las mismas noticias del día son ofrecidas en Ushuaia y Bretigny-sur-Orge, en Singapur y Maside y, como escribe Neil Postman, toman la forma de eslóganes que son percibidos con entusiasmo y olvidados con prontitud.

La tos ferina cedió su trono a la fiebre porcina. Y hasta la próxima catástrofe inmediata, seguirá habiendo gente informada que se disfrazará de pandemia, con barbijos y guantes de látex de esos que usan los cirujanos para operar y los almaceneros para cortar jamón.

6 comentarios:

mikto kuai dijo...

Esto es como el cuento del lobo, que al final cuando venga de verdad no nos lo vamos a creer.

Es que, ¿sabemos cuantas muertes al año se producen por la gripe común?, pues miles, las estadísticas están ahí fuera, y nadie se escandaliza. Pero nos mola el rollo catastrofista, por ocultar otras cosas o por lo que sea.

Jejeje, me ha hecho mucha gracia lo del "disfraz de pandemia" xD

chicoutimi dijo...

"toman la forma de eslóganes que son percibidos con entusiasmo y olvidados con prontitud"Cuánta verdad sobre el periodismo y nuestra actitud hacia la información!

Estoy con mikto, posiblemente la tasa de mortalidad -y de contagio, por supuesto- de la gripe común durante cualquier invierno sea igual o mayor que la de esta gripe porcina, A, o del virus H1V1. Alguien se lo pasa en grande viéndonos a todos acongojados.

NáN dijo...

Lo oí el otro día. La gripe común mata a 250.000 personas al año.

¡Qué bueno lo de Henry David! Siempre digo lo mismo con los móviles: estoy obligado a escuchar estupideces constantemente.

Hace dos Reyes Magos, mi hijo me regaló un libro de un matemático escrito para gente no científica. Se llama "El hombre anumérico" y habla precisamente de eso: de que nos falta la escala... incluso a los médicos, que confunden los porcentajes.

Me encantó el segundo capítulo, en el que ponía de ejemplo que muchos estadounidenses no salían del país por miedo a ataques terroristas. Contaba que en los últimos 20 años, el mayor ataque fue el del Achille LAuro, donde murieron 18 estadounidenses (menos de 1 por año). Terminaba diciendo que todos los años muerren 250 estadounidenses en accidentes de bicicleta: y nadie deja de montar en bicileta por ello.

Eslóganes, sí. Nos mueven con ellos.

Por cierto, la princesa Adelaida, ¿se ha curado de la tos ferina? Me tiene muy preocupado.

rinconete dijo...

mikto
Es cierto, los medios nos cuentan el cuento del lobo, luego nos tranquilizan y finalmente nos vuelven a entretener con el cuento del lobo. Y así sigue girando la rueda, que de algo tienen que vivir.

chicoutimi
Según las estadísticas, la tos ferina de la princesa se lleva puesta a 300.000 víctimas por año. Pero no tiene el glamour de fin del mundo de su prima porcina. O tal vez no contrató a un buen asesor de imagen.

NáN
Excelente lo de los muertos por bicicleta. En Buenos Aires, capital de un pais en donde mueren casi 10.000 personas por año en accidentes de tránsito, vivimos aterrados por los robos de celulares.

Con respecto a tu inquietud, que como imaginarás comparto plenamente, no he tenido más noticias de la princesa Adelaida.

Rfa. dijo...

Una última observación: hasta hace poco, los eslóganes se perdían. Pero gracias al enorme saco sin fondo ni fecha de caducidad que es internet, las noticias y los titulares se quedan flotando en un limbo de eterna actualidad. Buscas "fiebre" en Google y lo mismo te sale la de un futbolista del Real Madrid que no jugó el domingo que la de la princesa Adelaida de la época de Matusalén. Con lo cual, la cosa se relativiza todavía más y a uno le dan ganas de preguntarse si, en el fondo, hacía falta informarse... o si era sólo una excusa para completar la colección de tazas de los Beatles que regalan con el periódico.

Nagus dijo...

Como coterráneo del amigo Rinconete no puedo dejar pasar un comentario sobre sus magistrales últimas palabras. Los almaceneros en Buenos Aires usaban barbijos cuando ese digno oficio estaba encarnado por nuestros familiares de la madre patria, conocedores de la alcurnia de un pata negra hacían el honor con ese barbijo, desde que las oleadas orientales desclasaron a nuestros almaceneros de cejas profusas, la noble costumbre del jamón y su barbijo se perdió junto al televisor blanco y negro.

En definitiva, este comentario de Rinconete me hace sospechar si fue él quien contagió a la princesa Adelaida con tos ferina.

Nagus