Liverpool
En estos momentos el Reino Unido se agita -o eso nos cuentan- con huelgas y protestas de tintes nacionalistas. Nada sorprendente, por otra parte. No es sólo cosa del Reino Unido, ni de la Sarko-Francia, ni siquiera de la Italia de Berlusconi. Cuando las dificultades aprietan es cuando más se manifiesta esa incapacidad nuestra para pensar con claridad y ver la raíz de los problemas, y buscamos siempre el chivo expiatorio para desahogarnos. La culpa de que las condiciones y los derechos de los trabajores retrocedan décadas no es de la codicia, no; no es de los empresarios que presionan ni de los gobernantes que legislan, no; es de los inmigrantes, of course...(La última propuesta patronal sobre indemnizaciones y despidos también es de los inmigrantes, me parece, ejem...)
Que sea éste el espíritu que prevalezca.
1 comentario:
Hace años tomé un taxi en Paris. No es una actividad desprovista de riesgo y esa vez tampoco lo fue.
El chofer, un extranjero, me explicó amablemente que no conocía la dirección que le di y como era nuevo en esto me recomendó tomar el siguiente taxi de la fila. La amabilidad se terminó cuando le expliqué la situación al siguiente taxista. Furioso fue a explicarle al otro que la vida no es así. Lo vi gesticular frente a la ventanilla y volver sin haber conseguido mucho más que yo.
Cuando subió al taxi, después de dar un portazo, me explicó que estaba harto de estos extranjeros que le roban el trabajo a los franceses.
Le contesté que, al menos en este caso, era exactamente lo contrario. Me dijo entonces que el problema es que no quieren trabajar.
Lo realmente útil de los extranjeros es que, como los siniestros judíos capitalistas y los judeomarxistas come-niños, son la solución adaptable a todos los problemas.
Roban nuestro trabajo pero son holgazanes. No quieren asimilarse a nuestra cultura e inundan nuestras escuelas públicas con sus hijos. Solo piensan en sus paises pero quieren votar en las elecciones municipales.
Lo insólito es cuando los hijos de extranjeros se hacen tan xenófobos como aquellos que insultaban a sus padres.
Es una amarga prueba del triunfo de la asimilación.
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