Berlín.
Dónde andarás, azul prusiana.
Ni siquiera sé si ahora andas.
Ni siquiera sé si ahora andas.
¿Sigues cogiendo óxido en aquel gran patio interior, acurrucada en la esquina?
Tus manetas dobles de frenos me encantaban.
Berlín era seda en tus ruedas.
Megahostia inolvidable que vivimos los dos,
en esa calle desierta,
en esa calle desierta,
nos volvimos a casa magullados y partiéndonos de risa.
Pesabas un huevo, tenías el asiento duro y un día casi me rompes la rabadilla.
Te echo de menos.