viernes, 29 de febrero de 2008

Garabatos

Berlín.
Quizás por ser algo tan popular y ya intrínseco de la ciudad, tan obvio, me había resistido hasta ahora a publicar algo relacionado con el grafiti, pero si no lo hacía también estaría dejando de llenar un hueco muy importante de lo que es esta ciudad. Hay tantos, algunos auténticas y hermosas obras de arte, que a veces es casi como ver las farolas que uno adelanta, mientras piensas en porqué demonios no funciona la luz de la bici si la bombilla, la dinamo y todo parece estar correcto, por ejemplo.

Aquí abundan todo tipo de grafitis, desde los más trabajados hasta el típico garabato, el cual pienso yo no debería tener esa distinción excelsa (esa es la sensación, quizás pervertida, que tengo al oir la palabra, aunque al parecer la propia definición del término incluya también a estos garabatos) de ser llamado grafiti, garabato está mejor, "mira, han puesto un nuevo garabato en el descansillo". Sí, porque aquí encontrarse en el descansillo, en las paredes de las escaleras interiores que suben a los diferentes pisos multitud de garabatos esta dentro ya casi de una normalidad, exagero, lo sé, no ocurre en todos los casos ni mucho menos (que Berlín es enorme), donde yo vivo no por ejemplo, pero para mi ya se ha convertido en algo carente de sorpresa, incluso de mala imagen, de suciedad, y eso que no me gustan estos garabatos.

El otro día pasé por casa de un amigo y al subir por el interior del edificio todo me parecía extraño e inhóspito, habían desaparecido todos los garabatos, las paredes estaban lustradas y pintadas de nuevo, con un color bastante feo por cierto.

Nunca se sabe hasta que punto puede uno moldear su mente, es lo bueno de vivir en otras ciudades, otros países, otras culturas, tu mente adquiere una agilidad, un engrasamiento que evita que la maquinaria se oxide. Pero hay que tener cuidado, a la vuelta de la esquina, incluso en todos esos "otros", nos podemos volver a encontrar con el óxido, con el garabato...

...por cierto, creo que después de todo lo he vuelto a no hacer, sigo sin publicar un post de grafitis...

domingo, 24 de febrero de 2008

El cementerio de la Almudena.

Madrid.
“Madrid es una ciudad de más de un millón de cadáveres”. Así comenzaba un poema de Dámaso Alonso titulado Insomnio que leí cuando tenía diecisiete años. En aquella época yo todavía no vivía en Madrid, pero cuando me trasladé unos meses más tarde lo primero que hice fue visitar el cementerio. El lugar donde los madrileños están enterrados no es especialmente bonito, no tiene grandes mausoleos ni viejas tumbas neogóticas. Es, simplemente, una gigantesca ciudad con millones de cadáveres. Desde las autopistas que entran por oriente, cuando miras por encima de los muros, se adivina un mar de lápidas, ondulante y blanco. Un viejo agujero encajonado, olvidado por casi todos. Muchas veces he deseado parar el coche para hacer una fotografía, pero en la carretera está prohibido detenerse. Hay que conformarse con mirar a los muertos desde lejos, fugazmente, por la ventanilla o el retrovisor. O, si se prefiere, programar una excursión, como hice yo ayer. Es un lugar tranquilo y solitario, ideal para una mañana de sábado. Como muchos de vosotros estáis lejos, he colgado la fotografía a un tamaño razonable, para que podáis haceros una idea si pincháis en ella.

miércoles, 20 de febrero de 2008

La ciudad de uno



Buenos Aires

Hace un tiempo un amigo afirmó como si fuera una verdad bíblica que la nacionalidad era un concepto falso o al menos exagerado. Que alguien podía a duras penas sentirse parte de una ciudad pero que el sentimiento de pertenecer a algo tan vasto y difuso como un pais era una entelequia.

Más allá de las certezas de mi amigo es cierto que el amor hacia el país natal no está hecho de la misma materia que el amor que sentimos hacia la ciudad de nuestra infancia. Creo que la clave del misterio está en una verdad de perogrullo que se le escapa a los facistas de turno, que sueñan con limpiar sus naciones de impurezas foráneas: antes de nacer en paises, nacemos en ciudades. Nuestros primeros recuerdos son recuerdos de calles, de esquinas (de chaflanes), de veredas y de plazas. No de regiones, provincias o autonomías.

Leyendo un posteo enterior (La ciudad global) pensé que tal vez algun día esos recuerdos sean también globalizados. Así como hoy recuerdo el cine Gran Norte de mi infancia, tranformado primero en supermercado y luego en un extraño local de venta de futones y n. tiene en su memoria al Capitol o al Palafoxtal que me son ajenos, tal vez mi hijo de 3 años comparta algún día el recuerdo de un Starbucks con un chico de Bombay que nunca conocerá.

Aunque es probable que el futuro sea más indulgente de lo que pensamos lo cierto es que, como escribió Baudelaire mucho antes que se abriera el primer Mac Donald's en Paris, lamentablemente la forma de una ciudad cambia más rápido que el corazón de un mortal. Creo que esa es la razón por la solemos enemistarnos con la ciudad en donde nacimos. Queremos que sea la misma, que podamos por la misma vereda encontrar la misma plaza o la misma heladeria, el mismo cine, los mismos amigos o la misma novia (aquella rubia que usaba trenzas o la vecina del 3°B).



Algo de eso le pasa a Thomas Dutronc en J'aime plus Paris. Después de lanzar quejas e ironías sobre la supuesta decadencia de su ciudad, termina por declararle su amor incondicional.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Retrospektive Berlinale 2008: Luis Buñuel.

Berlín.
Allá por los años veinte, frente a una cámara de cine, Luis Buñuel en calidad de actor cortaba un ojo con una cuchilla de afeitar, a la vez que una nube, en un instante poético, hacía lo propio con la luna. Esta ha sido una de las imágenes más perennes de la historia del cine, y para Luis Buñuel una de las primeras imágenes de una carrera cinematográfica que incluye más de 30 películas, con un máximo común denominador en casi todas ellas: el surrealismo; este y la religión, comentaba el propio Buñuel, eran las dos cosas que más le habían influido en su vida.

La 58ª edición del Festival Internacional de Berlín, la Berlinale, homenajea en su sección Retrospektive a este aragonés natural de Calanda. Sus películas, así como otras en las que participó como asistente de dirección, guionista y/o productor, podrán verse a lo largo del festival en el CinemaxX de Potsdamer Platz y la Zeughauskino. Así mismo habrá coloquios, debates y conferencias. Y tal y como es costumbre en la Berlinale, la Deutsche Kinemathek (La Filmoteca Alemana) editará un libro sobre la retrospectiva, publicación que podrá adquirirse en los diferentes puntos de venta abiertos durante el festival y en la tienda del Museo de Cine de Berlín, sita en Potsdamer Platz.

Tanto se ha comentado ya sobre esta figura que no voy a ir más allá de la recomendación, si todavía no lo habéis leído, de Mi último suspiro, escrito por Buñuel con la ayuda de Jean-Claude Carrière, quien durante muchos años recopiló un extenso material de entrevistas y conversaciones.

Cuando, ya hace muchos años, comencé a sentir pasión por el cine, fue gracias a su cine, al ver sus dos primeras películas (Un perro andaluz y La edad de oro) aluciné y no paré de preguntarme: ¿pero todo esto se puede hacer con el cine?, ¿de verdad?...". Y tú, ¿tienes algún nombre o película con los que hayas dicho para con el cine: "...presiento que este es el comienzo de una gran amistad..."?

Si quieres leer sobre la edición de este año de la Berlinale, date una vuelta por Sindrogámico, un ladrillo inmenso te espera.